En la denominación del municipio hay quien ve una alusión directa a la abundancia del cultivo de calabazas en la zona. De fundación medieval, tras la Reconquista, como otros pueblos del entorno, Calabazas aparece ya mencionado en un documento del año 1247 como Calabaças, denominación de la que deriva su actual nombre.
CALABAZAS, El pueblo. Localidad de 78 habitantes perteneciente al partido judicial de Cuéllar situada a 3 Km. al oeste de Fuentidueña y a 80 kilómetros de Segovia ciudad. En 1247 aparece mencionado ya como Calabaças. Entre las construcciones más importantes de este lugar está la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que se sitúa en un otero dominando el pueblo, es obra del siglo XVI y destaca la fachada plateresca del lado sur que porta los escudos de los Luna y Mendoza, por lo que es probable que esta portada proceda del antiguo hospital de la Magdalena de Fuentidueña que fue fundado en 1540 por vía testamentaría de doña Mencía de Mendoza, casada con don Álvaro de Luna, condestables de Castilla. También se conserva la ermita de san Roque. Celebra sus fiestas patronales en honor de la Virgen de la Asunción y san Roque respectivamente


miércoles

LAS BODEGAS
















Las bodegas de Calabazas conservan el vino que elaboran sus vecinos de forma artesanal
Una pequeña puerta abierta en la roca da entrada a todo un mundo bajo tierra. Por una escalera se accede hasta el interior de la bodega. Allí no existe el calor. Son el mejor remedio para huir de las sofocantes jornadas estivales. La temperatura, siempre fresca, se mantiene casi igual a lo largo del año y conserva en su interior bebidas o alimentos sin necesidad de electricidad. Allí reposan las botellas del vino de cosecha elaborado con los racimos de los majuelos que salpican los bellos paisajes de Calabazas, en un valle poblado de quejigos y matorrales regado por las fuentes naturales como la del Lobo, la de la Sombría o la del Moro que brotan por los rincones. Y es que los viñedos de Calabazas se encuentran en una zona de difícil acceso que, unida al descenso de población, ha provocado que muchas cepas se hayan perdido. Pero eso no significa que todavía no haya familias que sigan cultivando las vides con las que luego elaboran sus particulares caldos. «Todavía hay dos o tres vecinos que hacen vino propio», apunta el alcalde de la localidad, Fernando San Juan Galindo, quien se encuentra entre ese reducido grupo de familias que todavía vendimian y hacen vino.Otros, aunque no cuenten con majuelos, no renuncian a la tradición y al placer de degustar aquello que ellos mismos elaboran y compran la materia prima en la cercana localidad de Valtiendas para luego elaborar su propio vino de cosecha. Comprar el mosto y dejarlo que fermente en la bodega es otra de las opciones en este pueblo que no renuncia a esta tradición vitivinícola, mucho más arraigada entre todos los vecinos hace unos años.LagaresDe hecho, en el pueblo existían unos lagares públicos en los que los vecinos prensaban la uva que luego se convertía en su propio vino. Ahora estos ya no funcionan, aunque en alguna bodega particular todavía se conservan estos instrumentos que algunos continúan utilizando. En lagares, en prensas o de cualquier modo, «cuando hay tiempo y cada uno como puede», el inicio del otoño trae hasta Calabazas la cita en las bodegas para preparar los caldos que luego degustan en las meriendas que no faltan durante los fines de semana y, sobre todo, durante la primavera y el verano. Unas meriendas que se trasladan desde las bodegas que cada familia de Calabazas tenía excavada en la roca hasta los mesones particulares construidos a la entrada. Un pequeña estancia en la que, junto a la comida, nunca puede faltar ese vino propio elaborado cada año con tanto esmero.

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